Por Jaime de Althaus, analista político
Publicado en El Comercio
El fútbol peruano ha llegado al fondo del abismo. Es la consecuencia de haber abandonado la reforma que lanzara Edwin Oviedo, quien convocó a personalidades de alto prestigio para los distintos comités de la Federación Peruana de Fútbol (FPF) e introdujo un proceso de licenciamiento de los clubes de modo que, para permanecer en primera división, debían acreditar gestión corporativa, canchas propias de fútbol, divisiones inferiores, etc. No sería de extrañar que los intereses mafiosos opuestos a esta reforma hayan confabulado contra Oviedo, quien terminó en la cárcel injustamente acusado de asesinato y tuvo que dejar su cargo a Agustín Lozano, quien abortó la reforma.
La consecuencia es que el sistema no genera jugadores. La mayor parte de los clubes carece de divisiones de menores solventes y de infraestructura propia, y muchos están en manos de pequeños caciques que viven de toda clase de enjuagues y arreglos de corto plazo.
El fútbol es muy importante para la unidad y el orgullo nacionales. Por eso es del mayor interés nacional recuperar la reforma. Pero se requeriría cambiar la directiva de la FPF para que ingrese un equipo transformador. El problema es que Agustín Lozano, cabeza de ese statu quo informal, fue recientemente reelegido por presidentes de ligas departamentales y clubes de segunda división cooptados por él y que suelen eternizarse en esos cargos porque viven de ellos gracias a una serie de corruptelas en las transferencias de jugadores, sanciones, designación de árbitros y ‘sponsors’ informales o ilegales. En la Copa Perú hay amaño de partidos y sobornos a árbitros.
Es que el fútbol reproduce la informalidad misma del país. Más aun, ocurre en profundidad lo que ha empezado a ocurrir en la política: algunos clubes son vehículos de lavado de activos de narcos o mineros ilegales o de otras redes ilícitas. Por ello, ayudaría mucho a la formalización del fútbol la formalización de la minería informal, actualmente en proceso, por ejemplo. Pues no hay inversión a largo plazo en el fútbol porque la informalidad o la ilegalidad no tienen largo plazo, y la mediana y gran empresa formales, así como no se juegan por la batalla de las ideas, tampoco invierten en el fútbol, que podría ser muy rentable si generara buenos jugadores.
¿Cómo podríamos cambiar a la cabeza de la FPF si esta es autónoma, de modo que no podría ser intervenida por el IPD o por una ley del Congreso? Solo la FIFA podría actuar, pero para eso tendrían que producirse denuncias de corrupción a todo nivel que la obliguen a intervenir. Los medios deberían poner sus unidades de investigación a trabajar en esto. Los clubes serios podrían formar un equipo estratégico con este fin.
El Congreso podría dar una ley para que los clubes puedan convertirse en sociedades anónimas. ProInversión debería adjudicar una APP u OxI para que todos los colegios estatales tengan una cancha de fútbol y un entrenador, y que haya campeonatos interescolares de todas las edades permanentemente. De allí los clubes captarían jugadores para sus divisiones menores y el país sería una gran escuela de formación de jugadores.
Y volveríamos al Mundial.
Fuente: CanalB
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