Por Carlos E. Paredes PhD, publicado en Gestión
1. “If it works, why change it?” (si funciona, ¿por qué cambiarlo?) es un dicho muy usado en los Estados Unidos, la meca del pragmatismo y el desarrollo. El refrán apunta a que en un contexto en que las cosas están marchando razonablemente bien, la introducción de cambios no solo puede resultar innecesario, sino contraproducente. En muchos de estos casos, los cambios pueden tomarnos por sorpresa y tienden a generar más incertidumbre, afectando negativamente a la estabilidad.
2. Hace dos semanas, el Gobierno anunció de manera sorpresiva que el Sr. José Salardi, entonces ministro de Economía y Finanzas, dejaba el cargo y no se dio explicación alguna para este importante cambio en el equipo ministerial. Salardi tenía apenas tres meses en el puesto, pero había desplegado una labor incansable desde el MEF en la dirección correcta: destrabando y promoviendo la inversión privada y desregulando la economía. Consecuentemente, se había ido ganando la confianza de actores económicos con capacidad de mover la aguja de la economía.
3. Debemos decir que la gestión de Salardi fue una sorpresa refrescante dentro del Gobierno de Dina Boluarte: un Gobierno débil y desgastado, con una popularidad inusitadamente baja, cuya única consigna pareciera ser sobrevivir a cualquier costo. Ya habíamos visto en diferentes oportunidades que el costo puede ser la cabeza de uno o varios ministros o el nombramiento y mantenimiento en puestos clave de gente incapaz o impresentable. Justamente por eso, la intempestiva salida de Salardi fue una sorpresa negativa y frustrante, un “cable a tierra” que nos hizo constatar, una vez más, la debilidad del Gobierno y la precariedad de sus convicciones políticas y económicas.
4. Cuando, después de dos años en que la conducción económica se mantuvo en piloto automático, parecía que por fin el Gobierno había optado por la inversión privada, la desregulación de la economía y la racionalidad en el gasto público, se le cortó la cabeza al ministro que lideraba estas reformas.
5. Probablemente, Salardi se convirtió en una piedra en el zapato para distintos actores políticos al interior del propio Gobierno. En efecto, su acercamiento al sector privado era contrario a los orígenes estatistas del régimen, mientras que su política de reducción de gastos –incluyendo su oposición a seguir dilapidando recursos en Petroperú– y la racionalización de programas sociales estaba amenazando la supervivencia de esa costra de funcionarios públicos que parasitan en varios estamentos del Estado.
6. Hemos perdido al mejor ministro de economía de los últimos tiempos. Su sucesor, el economista Raúl Pérez Reyes, es un profesional sólido, íntegro y con vasta experiencia en el quehacer público. Ojalá que también demuestre ser una sorpresa positiva y consolide las reformas iniciadas, fortaleciendo el ímpetu proinversión privada que el país requiere. En principio, el horizonte temporal de Pérez Reyes es cuatro veces mayor que el de su antecesor, tiempo suficiente para consolidar un punto de quiebre en el crecimiento potencial de la economía peruana. ¡Éxito, Raúl!
Fuente: CanalB
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