Por Carlos E. Gálvez Pinillos, expresidente de la SNMPE
Quienes pensamos constantemente en las opciones de nuestro país para salir del atraso, caemos en el lugar común de la falta de educación. Pero, dicho esto, nuestro problema es más profundo que una mención somera al tema educativo.
Nuestro problema nace de una carencia absoluta de una política demográfica, de la falta de una adecuada orientación respecto a la cantidad y calidad de población que tenemos y vamos a tener a futuro. A lo largo de la historia universal, se ha evidenciado poblaciones que, cuando contaban con una política demográfica, lograban controlar el tamaño de la misma y su calidad.
Es evidente, que debemos diseñar una política de construcción de familias, que permita hacer de ellas el núcleo de la sociedad, con educación, moral y valores, no el resultado de un “mating season” o tiempo de apareamiento, con el producto inaceptable de los “hijos de la fiesta”. Debemos pues tener presente, que las relaciones de pareja son producto de múltiples variables que, entre otros, contempla elementos racionales, afectivos y materiales, tales como:
Por otro lado, debemos tratar de modelar la estructura piramidal o romboide óptima de nuestra sociedad, cuidando los rangos de edades adecuados, el crecimiento poblacional con el debido cuidado de la calidad de la prole. Para esto, debemos comenzar por:
No dudo que seré acremente criticado, especialmente por la progresía, por plantear una política de planificación familiar, pero no debemos olvidar, que son estos mismos fariseos los promotores del abortismo. Y, debo decir sin ambages, que prefiero largamente un planeamiento familiar con adecuados métodos anticonceptivos, que el aborto.
Es dramático, pero en los dos últimos años, han emigrado más de 600 mil jóvenes profesionales, en quienes el Perú invirtió, para brindar todas sus capacidades a otros países que les abren las puertas y ofrecen desafíos interesantes. Es lamentable que los cambios y amenazas políticos y la caída de la inversión privada, haya traído como consecuencia la pérdida de oportunidades. Esta falta de horizonte los impulsó a buscar sus oportunidades en otros países y, como Nación, no estamos reaccionando.
Desde siempre, la razón de ser de los matrimonios ha sido la constitución de una familia, la concepción y crianza de niños, así como la continuidad de la especie a partir del amor de la familia.
Normalmente las parejas optaban por el matrimonio alrededor de los 22 a 25 años de edad, edad ideal para la procreación responsable y adecuada. Últimamente, los jóvenes de ingresos medios o altos, han optado por contraer matrimonio pasados los 35 o 40 años, al punto que algunas señoras han decidido congelar óvulos, por si se les pasara la edad reproductiva. Otros optan por criar perros o gatos en lugar de niños, mientras que en poblaciones menos educadas y de menores ingresos, se reproducen sin consciencia ni control, alcanzando en ellas salud de mala calidad y alta tasa de mortalidad.
Si sumamos el efecto de la reducción de la procreación en la población de ingresos medios y altos, con el impacto del movimiento migratorio de estos en busca de nuevos horizontes y oportunidades profesionales, nos vamos quedando con la población menos nutrida, menos educada y con menores potencialidades para revertir la tendencia declinante de nuestra economía, especialmente en el campo del conocimiento. En consecuencia, debemos moldear la estructura poblacional, cuidar la cantidad y calidad de nuestra niñez y juventud en términos de nutrición y educación, para detener el deterioro social al que esta tendencia nos está conduciendo. Del mismo modo, debemos proyectar una vida de calidad para nuestros adultos mayores en su etapa de jubilación y la mejor forma de sostenerlos económicamente.
Estamos a tiempo de plantearnos una visión al 2050 e iniciar el trabajo propuesto de inmediato, caso contrario, la tendencia declinante será inexorable.
Fuente: CanalB
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