Ernesto Álvarez Miranda
Una de las grandes mentiras que hemos interiorizado es creer que los defectos de un régimen se solucionan reduciéndolo a escombros. En el colegio nos emocionaron con la Toma de la Bastilla y la sanguinaria destrucción del “Ancien Régime” sin proponernos a considerar que si Luis XVI hubiera firmado la Constitución con monarquía parlamentaria que le ofrecieron, los franceses se hubieran salvado de las guerras napoleónicas y de la gravísima crisis económica resultante. Solemos pensar que el genocidio provocado por Lenin y los bolcheviques fueron la consecuencia inevitable del abusivo poder de los Zares, cuando en mayo de 1917 los socialdemócratas de Kerensky ya habían tomado el poder y tuvieron la oportunidad de instaurar la democracia en Rusia, evitando la continuidad totalitaria que significó el comunismo. En Moscú y en Petrogrado los extremistas descubrieron la importancia de enfrentar a jóvenes idealistas con la fuerza pública; cada fallecido, convenientemente instrumentalizado, alimentaba el odio y debilitaba al gobierno. Ambas revoluciones no mejoraron las condiciones de sus pueblos, después de millones de víctimas solo cambiaron de élites.
El 27 de febrero de 1989 los extremistas iniciaron en Caracas una protesta por un ridículo aumento de la gasolina, lo que se llamaría luego el “Caracazo” abrió el espacio político para el intento de golpe de Estado de Hugo Chávez en 1992 y luego su triunfo electoral en 1998. En octubre de 2019, el aumento del precio del Metro de Santiago fue el detonante para la “protesta social” contra el modelo económico; obviamente, ambos eventos fueron planificados y desarrollados por grupos radicales. En condiciones normales, la democracia constitucional con libertad económica reduce la pobreza y brinda estabilidad, por eso difícilmente puede ser vencida en las urnas; entonces, el totalitario debe aprovechar las debilidades del sistema para desatar violencia en la calle y denunciar luego la “represión”, para boicotear las inversiones y dañar la economía. Solo así pueden seguir vendiendo un modelo estatista que ha demostrado causar pobreza en todos los países donde fue aplicado. La clave es generar culpa colectiva.
Este inicio de año le tocará al Perú defenderse nuevamente de los totalitarios, ellos no dudarán en provocar la mayor cantidad de muertos para deslegitimar al Estado, para quebrar moralmente la resistencia de la mayoría y así imponer la ideología fracasada de una minoría. ¿Habremos aprendido que la violencia organizada no es “protesta social”? ¿Seguiremos culpando a la fuerza pública que nos defiende haciendo uso legítimo de la fuerza? ¿Seguiremos adjudicando la culpa al Estado por las consecuencias de esa violencia o atribuiremos la responsabilidad a sus organizadores y azuzadores?
Fuente: CanalB
Alfonso Baella Matto defendió…
El exministro Ántero Flores-Aráoz…
Durante décadas, la supremacía…
El Gobierno y el Congreso han…
El presidente de Estados Unidos,…