Decir que no existe, en Perú, un problema con los migrantes venezolanos es querer tapar el sol con un dedo.
La masiva llegada de desplazados venezolanos a nuestra patria hace unos siete años, mayoritariamente con muy pocos o casi nulos recursos económicos y sin los permisos migratorios respectivos, generó que estos se instalen en las zonas más populosas de Lima y el Perú y, pasen inmediatamente a la informalidad; jurídica, social y económica, disputándose, muy rápidamente, con los peruanos informales muchas de las actividades que estos realizan.
Si bien esto fue inicialmente aceptado y hasta bien visto por los peruanos, posteriormente; con el tiempo y el gran número de venezolanos, más de millón y medio de ellos, su presencia y la competencia laboral, generó recelo y cierto malestar, especialmente en los distritos populosos y barrios populares, que es donde conviven y compiten, mayormente, peruanos y venezolanos
La migración llanera está compuesta, principalmente, por personas jóvenes, que se han convertido en mil oficios, entre otras circunstancias porque carecen de profesión y los que la tienen no la pueden ejercer por carecer de permisos y homologaciones.
Al carácter dicharachero y alegre de los venezolanos hay que agregarle su temperamento “tropical” que se enciende rápidamente y explota con más facilidad que el nuestro. Hay también una actitud belicosa y agresiva en muchos de ellos, que supera por algunos decibeles a la nuestra.
Todo ello, ha generado que después de siete años de vivir y convivir, muchos sientan que los migrantes venezolanos se han apoderado de sus trabajos, de sus barrios y de su lugar en la sociedad. Y ello es, en sí mismo, un gran problema.
Si a esto le agregamos que los delincuentes venezolanos son más agresivos y violentos que los nuestros, y sus bandas más sanguinarias que las locales, el problema se multiplica exponencialmente y podría convertirse, prontamente, en uno grave de xenofobia generalizada.
El gobierno y la policía, desbordados en sus capacidades para combatir la inseguridad ciudadana, está deslizando de manera soterrada que el problema de inseguridad es causada por los delincuentes venezolanos y las bandas organizadas por estos. Nadie puede negar que ellas existen y que son peligrosas, pero ¿solo son estas las causantes de la gran inseguridad ciudadana?; claro que no, por infortunio tenemos grandes y muchas bandas crimínales peruanas.
De igual manera decir que se va expulsar a los delincuentes extranjeros sin un proceso, ni un país que los reciba es una mentira, porque es imposible de hacer.
El gobierno y las autoridades no deben alimentar la animadversión que ya existe en contra de los venezolanos, por las consideraciones expuestas.
La xenofobia contra los venezolanos es absolutamente dañina y contraproducente, especialmente en nosotros, los peruanos, con millones de migrantes en todo el mundo y que paradójicamente, alguna vez fuimos acogidos amablemente por los venezolanos en su tierra.
Alimentar y estimular la ya existente conflictividad entre los peruanos y venezolanos es una vergüenza. Busquemos, el gobierno, las autoridades y la ciudadanía, en lugar de ello, los puntos de coincidencia para fomentar una convivencia pacífica y armoniosa con ellos y todos los extranjeros.
Contra el crimen y el delito, mano dura con penas severas y ejemplares para todos los delincuentes, sean de donde sean.
A la comunidad venezolana debemos atraerla para trabajar juntos en los problemas que nos son comunes; combatir la delincuencia, mejorar nuestra relación mutua y enseñarles civismo y peruanidad. Es imprescindible esforzarnos, unidos, para terminar con la pobreza y encauzar el desarrollo económico y la prosperidad de todos los que vivimos en el Perú, sin ninguna distinción.
Cuando Venezuela salga de la dictadura y, en democracia encuentre el camino al progreso, muchos de sus compatriotas y actuales migrantes retornarán a su país, ojalá sea como amigos y no adversarios.
Lima 23 de noviembre del 2023
Augusto Cáceres Viñas
Fuente: CanalB
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