Por Francisco Calisto Giampietri
Cuando el periodista expulsado de Panamá se jugó entero por dizque el “Cholo Sagrado” en lo que bautizarían como la Marcha de los Cuatro Suyos, ya anidaba en su cabeza la idea de la República de las “ovas de tramboyo”, del poder omnímodo e invisible que habría de estar detrás de los presidentes que se eligieran a partir de entonces en el Perú era el fin supremo. No habría que formar un partido, ni abrazar ideología o programa de gobierno alguno, ¿Para qué? ¡ No era necesario!
El oportunismo político, el parasitismo burocrático y la simple sinvergüencería, que siempre se había manifestado individualmente, debía ahora convertirse en una especie de sindicato mafioso. Los afiliados, sindicalizados o militantes de la “ovada”, pero no la de Italia, sino la del saco gestacional del tramboyo, estaba (y están) en el aparato del Estado, en los medios de comunicación, en organismos internacionales y sueltos en plaza como “intelectuales” y artistas, que al puro estilo Gramsciano, siempre han actuado como una cofradía de la picaresca y el criollismo mal entendido.
Con muy agudo sentido de la oportunidad, el otrora periodista en Panamá supo hallar el momento preciso para movilizar al antifujimorismo recalcitrante. Toledo no era un candidato impecable, ni un dechado de virtudes; era, en potencia, el zamarro que siempre dijimos que fue y hoy recién todo el país tiene que reconocer y aceptar. Había sido descubierto en incursiones putañeras, bebía sin medida y encima era un padre que había que demandar para que reconozca a su prole, era vomitivo. Pero los “ovos de tramboyo” lo apoyaron a rabiar, lo sostuvieron con frenesí y cuando lo vieron, al final de su mandato, debilitado y embarrado...¡lo abandonaron!... muy propio de la cultura tramboyana.
Después llegó el Alanato, y los “ovos de tramboyo” se mimetizaron y lucharon por su supervivencia, en silencio, siempre unidos y más conspirativos que nunca, esperando mejores tiempos, pero disfrutando todavía (aunque no como antes) de las asesorías y consultorías, de la marmaja fácil que procura el tarjetazo de las buenas relaciones, saboreando asolapados las mieles, higos y ambrosia del estado. Pero cuando terminó el gobierno aprista, salió nuevamente el sol para el otrora adu de Toledo, el IDL y los parásitos cruzados de brazos, pusieron manos a la obra y auparon al errático Humala al poder, con la frase de campaña diseñada por los caviares: “¿Con quién estás? ¿Con la decencia o la corrupción?” y siguiendo a pie y juntillas los designios de sus asesores cambió su plan de gobierno por una acomodaticia hoja de ruta elaborada por la “Borrachita de poder” y los “ovos de tramboyo”, “Agua si...mina no” esa era ahora la consigna y es así como el país hepáticamente votó, por la supuesta “decencia” y el “caminar derecho”, ¡¡¡Que ilusos!!! Es más, incluso estos sinvergüenzas usaron al que fuera después premio Nobel, Vargas Llosa, para apuntalar la candidatura del “cachaco mediocre”, que era como lo llamaba Martha Hildebrandt (con quien concurro), a quien es hoy un ex presidente que se ganó a pulso y a fuerza de su calzonuda actuación, la chapa de “Cosito”, quien necesitaba de la luz verde de su jefa, al igual que su conocido Premier para atreverse a mover siquiera un dedo, y mientras usted lee estas líneas, el goza de las comodidades de Barbadillo acusado de corrupción.
Pero esta cofradía “tramboyana” ya estaba en otra en el 2016. Necesitaba un nuevo caballo de Troya y lo encontraron en el economista y ex ministro toledista Pedro Pablo Kuczynski. ¿Quién no recuerda a sus asesores de campaña: Gustavito Gorriti y Rosa María Palacios?
Fue así, que siguiendo el consejo de sus prístinos aduladores, arremetió con todo contra Keiko Fujimori, la candidata de Fuerza Popular (“Hijo de ratero es ratero también, de tal palo tal astilla”). La actitud equivocada del “Gringo” lo descolocó. Pero la suerte le volvió a sonreír (y de qué forma) a los adláteres de la “cofradía tramboyana”: el presidente Kuczynski terminó renunciando y lo reemplazó nada menos que el viscoso, saurio de sangre fría Martín Vizcarra. Fue entonces cuando el galanazo caviar, sí, el que administraba las prestaciones de las casquivanas como Pantaleón y que se hizo Premier en esa chacra llamada Perú, pasó nuevamente a ser administrada como el bulín de las visitadoras por el poderoso terrateniente político y cada vez menos en la sombra, Gustavito el amigo del fiscal de la nación.
Cuando cayó Vizcarra, parecía que llegaba una nueva época de vacas flacas, para quienes viven de las ubres fiscales y del ganado importado que constituyen las ONG’s. Este presidente provisional que eligió el Congreso, el acciopopulista Merino venía con fumigador incluido. Pero he aquí que se escucharon nuevamente los toques de clarín de las “ovas de tramboyo” que revolotearon con frenesí desde dentro de su saco gestacional para emerger cual ordas alborotadas, llamando a protestas y movilizaciones callejeras... ¡un muerto pedían! y fueron más que eficientes, pues trajeron dos víctimas mortales (justo lo que necesitaban). Y fue así como se tiraron abajo al flamante inquilino de Palacio de Gobierno, y colocaron en su reemplazo a uno de los suyos: Elegantemente vestido y con pañuelo de seda al cuello, arribó con Rocinante a la casa de Pizarro, a lo que distaría mucho de ser una lucha contra los molinos de viento. Me detengo aquí para relievar la habilidad conspirativa de estos ácaros, “ovos de tramboyo”, mal llamados por el imaginario popular como “caviares”. Mal llamados porque el pedigrí nos les da para tal paralelismo, en fin.
Entonces el 2017 llegó y el país eligió a Pedro Castillo, candidato de Perú Libre, luego de una elección harto cuestionada y nada legitimada, aupado por la extrema izquierda. Parecía una broma del destino, pero los caviares no se sintieron abrumados por este horror electoral. Ellos no tienen corazón y piensan con un segundo cerebro: el invisible que está pegado al bolsillo. Inmediatamente se subieron al coche del castillismo, se acomodaron en el aparato del Estado compitiendo por cooptarlo con la izquierda electorera de la Vero, que de coquetear con el “pirata financiero” apapachó al maestrito de Chota y todos con una consigna... “a robar, a robar, que esto pronto se va a acabar”.
Pero a Castillo le fue peor. Descubierto el mono neuronal en actos de corrupción escandalosos, se puso estúpidamente la soga al cuello impulsado claro está, por la Betsy y el muchachito tonto, dando un golpe de Estado propio de una opereta bufa, para según el, evitar que prosperen las investigaciones en su contra. Los caviares, como es costumbre, le dieron la espalda como a Toledo, Humala, Kuczynski y Vizcarra. Creyeron que con Dina volverían a comer caliente y a dos cachetes, pero se fueron de bruces.
Desde entonces, y con un gobierno que no es lo que queremos los peruanos, pero que da la hora...pero con Rolex... es que a duras penas ha podido desmontar algunas plataformas caviares, solo porque atentan contra su supervivencia y que han sido usadas para trabar la administración de justicia, así como para perseguir a los enemigos, y que han tratado pero sin éxito, de hacerse sentirse en la calle. Ellos no dejan de conspirar y usar su prensa nacional, la del extranjero y con más fuerza sus redes, para tergiversar las cosas y presentarse, como es costumbre, como representantes de los derechos humanos, de la libertad de expresión, los Robin Hood del pueblo, como decía el humorista Sofocleto, son como la “teta del sapo”.
Toda la maquinaria caviar, hoy en día premunida de su instinto de supervivencia, trabaja para evitar la demolición de la República Caviar y continuar con la ingesta de las ovas de tramboyo, que caracterizó a ese periodo del siglo XXI representado por la corrupción invisible, por la que no deja huella, que nos hace mucho daño y es experta en lanzar descomunales cortinas de humo, guindar tramoyas y realizar movidas en las rendijas del poder, para así proteger a los grandes corruptos. Esto significa que ha tocado nuevamente clarinadas de guerra y piensa dar la batalla para evitar el triunfo de un candidato anticaviar, alguien de la derecha (¿o de la izquierda?) que no tenga malas mañas y que no haya protegido por cerca de veinte años a Odebrecht. Por eso tiembla ante la posibilidad de un triunfo de quienes hoy aparecerían ya en las encuestas.
El pueblo tendrá la palabra nuevamente el 2026. Este tiene que estar alerta frente a los nuevos caballos de Troya de los caviares, expertos en fabricar candidatos que representan a la “decencia”, pero que terminan más embarrados que niño sin pañal. Mientras que a contramano, el sector que se precia de democrático hace todo lo posible para que esto suceda, en una lucha intestina de egos que los lleva a arrogarse el título de “dueños de la pelota”, vociferando la necesidad de unirse, pero todos “en torno a mí” (dicen), ergo, de persistir en esa poco inteligente posición y con un gobierno que el descontrol de la inseguridad lo atropella, terminaremos en una debacle de polendas y nos saldrá más cara la lavada que la camisa... ¡Despierta Perú, despierta!
#PanchoCalisto
#despiertaperudespierta
Fuente: CanalB
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