Por Hugo Guerra, publicado en Expreso
De cara a las elecciones del 2026, la izquierda marxista opta por una estrategia peligrosamente radical en el sur del Perú.
La apuesta no es directamente por la lucha de clases y la monserga teórica del marxismo, sino por la resurrección del neoindigenismo.
Verónika Mendoza —despreciable exsecretaria de la corrupta Nadine Heredia, aliada de Susana Villarán, antiminera y socia de Evo Morales— ha marcado la cancha, sosteniendo que no estamos ante elecciones normales. “Estamos frente a una profunda crisis en la que se va a definir la guerra o la paz. (…) Necesitamos una nueva Constitución, un nuevo pacto social”. Abre paso, entonces, al estallido de una revolución que puede ser muy violenta.
Su partido, Nuevo Perú, no concilia con los reformistas de López Chau y los caviares de Pérez Tello. Propone una lucha de andinos contra mestizos de un Perú que debe refundarse desde la supremacía aimara y el dominio de los quechuas. Un discurso populista que cala en los sectores rurales y altoandinos entre los cuales la república liberal es ajena, tanto como la intangibilidad del territorio patrio.
El neoindigenismo, amalgamado con el marxismo, es la expresión peruana del discurso disruptivo del boliviano Movimiento al Socialismo (MAS) que trabaja impunemente en el Perú para impulsar el separatismo de la macrorregión sur (Puno, Cusco, Apurímac, Ayacucho, Moquegua y Tacna).
Mendoza se inscribe, además, en el enfoque geopolítico, delincuencial y revolucionario del socialismo del siglo XXI, el Foro de São Paulo, el Grupo de Puebla y el peligroso Runa Sur (aquella organización que alentó a Pedro Castillo a ofrecer salida al mar para Bolivia a través de nuestro territorio nacional). Esta caterva izquierdista impulsó en Chile la Constitución fallida del 2023 que implicaba la división de su territorio en numerosas etnias autónomas gobernadas desde una suerte de soviet central.
Mendoza ha puesto a un títere de candidato presidencial: el profesor aimara Vicente Alanoca Arocutipa, quien tiene títulos académicos pero que alienta la cosmovisión socialista andina de “El buen vivir”. Un personaje al que debemos ver con alerta porque es más peligroso que tantos otros cabecillas de izquierda, desde Hugo Blanco hasta el cura Arana, radicales antimineros y enemigos del sistema basado en la libertad.
Los candidatos patriotas deben desplegar estrategias de contención contra esta izquierda indigenista que alienta la lucha entre peruanos, poniendo en riesgo a la nación y abriendo las puertas a una guerra civil.
Fuente: CanalB
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