Opinión

Cuando la ética se arruga en el quirófano; por Antonio Ramírez Pando

Publicado el 13 de junio de 2025

Por Antonio Ramírez Pando, publicado en Expreso

 

En medio de una creciente tensión política, el doctor Mario Cabani ha decidido convertirse en protagonista de una controversia que, más allá de los detalles clínicos, expone con crudeza un tema esencial: los límites éticos de la medicina privada cuando esta se enreda con el espectáculo político y la vendetta personal.


La carta notarial enviada por el cirujano plástico Mario Cabani a la presidenta de la República, Dina Boluarte, contiene graves acusaciones que incluyen desde supuestas amenazas hasta impagos, pasando por declaraciones públicas que, según el médico, dañan su prestigio profesional. Sin embargo, más allá de los elementos fácticos que deberán dirimirse legalmente, lo que verdaderamente alarma es la conducta del galeno frente al principio inviolable de confidencialidad médica.


Cabani afirma que la presidenta “renunció tácitamente” a la reserva médica, abriendo así la puerta para divulgar detalles clínicos, administrativos y contables. Pero esa afirmación no es solo endeble desde el punto de vista legal, sino profundamente peligrosa desde la óptica deontológica. No corresponde al médico, ni a su empresa, decidir cuándo la reserva debe dejar de regir; menos aún si dicha revelación ocurre motivada por un presunto conflicto de pagos y reputación. El deber del médico es proteger la intimidad del paciente, incluso cuando este incurra en declaraciones inexactas o falaces.


El uso de frases como “mintió”, “nos amenazó” o “no pagó”, lanzadas desde un consultorio hacia el ojo del huracán político, solo consigue degradar la imagen de la medicina como profesión basada en la confianza. Al ventilar en público documentos clínicos, tiempos de hospitalización, detalles sobre cirugías estéticas y correos privados, el doctor Cabani no defiende la verdad: la convierte en mercancía.


En su intento de lavar su imagen, el médico ha terminado salpicando la dignidad de su gremio. ¿Dónde queda el juramento hipocrático? ¿Acaso el honor profesional depende ahora del pago en efectivo, del número de acompañantes, de la boleta anulada o de un correo electrónico enviado por un abogado?


En cualquier sistema democrático, los médicos no deben actuar como fiscales, ni los quirófanos como estrados judiciales. Si hay controversia, se resuelve en silencio y con dignidad, no a través de cartas notariales con aires de telenovela ni con amenazas de querellas por difamación. La salud, incluso la estética, no puede convertirse en un botín de guerra entre paciente y doctor.


Este episodio nos deja una lección amarga: el prestigio no se construye en una sala de operaciones, sino en la ética que se defiende cuando nadie nos obliga a hacerlo. Doctor Cabani, más que cirugías, el Perú necesita médicos con vocación de servicio y discreción. Lo demás, es escándalo innecesario.

 

 

 

 

Fuente: CanalB

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