Opinión

¡Castilla presidente!; por Augusto Cáceres Viñas

Publicado el 03 de junio de 2025

Por Augusto Cáceres Viñas


En la historia de las naciones existen personajes que marcan un antes y un después. Hombres que sacuden y consolidan los cimientos de sus pueblos, y que sobresalen por encima de todos los demás.


Marco Aurelio y César Augusto en Roma.
Otto von Bismarck en la Europa del siglo XIX.
Abraham Lincoln y Franklin D. Roosevelt en los Estados Unidos.
Winston Churchill en la Gran Bretaña del siglo XX.


Son, entre otros, figuras referenciales. A ellos acuden los pueblos en busca de inspiración y modelo en tiempos de desconcierto. Por la sabiduría con la que gobernaron, la lucidez de sus acciones, la fortaleza de su espíritu y la grandeza moral que encarnaron, nos siguen ayudando —siglos después— a reencontrar el rumbo hacia el bien común, la justicia, la prosperidad y el desarrollo.


En el Perú, nación milenaria y majestuosa, están Pachacútec y Ramón Castilla como los grandes referentes de todos los tiempos.


El primero, constructor del Tahuantinsuyo.

El segundo, el verdadero fundador de la República peruana.


Treinta años después de la independencia, tras décadas de anarquía, fue Castilla quien dio forma institucional a la República, dotándola de leyes, caminos, ejército, marina, hacienda pública, ciudadanía y justicia social. Su legado, aún hoy, 158 años después de su muerte, sigue vigente. Porque todo lo verdaderamente republicano en el Perú tiene su origen en él.


Este 30 de mayo —aniversario de su muerte— y cada 31 de agosto —día de su nacimiento— deberían ser fechas patrias oficiales. Son fechas para conmemorar, reflexionar y recordar. No como una nostalgia, sino como un imperativo: retomar el ejemplo de quien sí supo gobernar con decencia, visión y firmeza.


Castilla no improvisó. En 1848 inició la transformación institucional más importante que ha vivido el Perú desde su independencia. Durante sus 12 años efectivos de gobierno, consolidó las bases del Estado moderno. Y, aunque ese proceso fue lamentablemente desvirtuado poco después por la torpeza de Mariano Ignacio Prado —uno de los responsables del posterior desastre frente a Chile—, su obra quedó grabada en los cimientos de nuestra historia.


Muerte de un patriota


Ramón Castilla y Marquesado, ya enfermo y con 69 años —una edad avanzada para la época— regresaba del exilio impuesto por Prado. Cruzaba el desierto de Tarapacá, entonces aún peruano, liderando una sublevación para restaurar la legalidad. En la pampa del Tamarugal, cerca de la hacienda de Tiviliche, cayó de su caballo. Mientras lo auxiliaban, pronunció su última súplica:


“Señor, dame un mes más para hacer la felicidad de mi pueblo… no, dame solo un día.”

Y murió. Así, en plena lucha, cayó el hombre que construyó la República.


El Perú de Castilla: potencia continental


Durante sus gobiernos, el Perú fue la primera potencia sudamericana.

 

  • En 1849, envió el bergantín Gamarra a California para proteger a los peruanos en plena fiebre del oro.
  • En 1856, el BAP Amazonas se convirtió en el primer buque de guerra latinoamericano en dar la vuelta al mundo.
  • El Perú contaba con la armada más poderosa y el ejército mejor organizado del continente.
  • Apoyó a México ante la invasión francesa, a Costa Rica y Nicaragua frente al filibustero William Walker, y defendió con firmeza los derechos del Perú ante Ecuador, tomando Guayaquil y firmando el tratado de Mapasingue.

La influencia peruana se hacía sentir desde México hasta el Río de la Plata. Pero ese prestigio internacional fue consecuencia directa de sus extraordinarias reformas internas.


Las obras estructurales de Castilla


Plano Político e Institucional

 

  • Consolidación del Estado Republicano tras décadas de anarquía caudillista.
  • Fortalecimiento del poder ejecutivo sin caer en tiranía.
  • Apoyo a la Constitución liberal de 1856 y redacción de la Constitución de 1860, más pragmática.
  • Promulgación de la Ley de Presupuesto Nacional.
  • Implantación del Registro Civil laico (1852), desligado de la Iglesia.
  • Establecimiento del servicio militar obligatorio regulado.
  • Reforma del Código Penal y reorganización del sistema judicial.


Plano Social

 

  • Abolición de la esclavitud (1854): liberó a 25,000 personas e indemnizó a sus propietarios.
  • Eliminación del tributo indígena, heredado del régimen colonial.
  • Establecimiento de una ciudadanía universal, sin distinción racial.
  • Promoción de la libertad de prensa, sin censura estructural ni persecución.


Plano Militar

 

  • Profesionalización del Ejército: rangos estables, reglamentos modernos, mérito.
  • Fortalecimiento de la Escuela Militar y modernización del arsenal de guerra.
  • Creación de la Guardia Nacional para orden interno.
  • Modernización de la Marina de Guerra, con buques como el Amazonas y el Rímac.
  • Remodelación del arsenal naval del Callao.
  • Derrotó rebeliones internas y garantizó la unidad territorial sin guerras civiles prolongadas.


Plano Económico y Financiero

 

  • Aprovechamiento racional del guano de exportación, fuente clave de ingresos.
  • Contratos con casas extranjeras en condiciones ventajosas para el Estado.
  • Pago de la deuda externa e interna, lo que restauró la credibilidad financiera del Perú.
  • Fundó una Contaduría General moderna y aplicó la planificación presupuestaria.
  • Impulsó la normalización monetaria (antecedente del sol peruano).
  • Estimuló la creación de bancos nacionales embrionarios.

 

Infraestructura, Transporte y Comunicaciones

 

  • Construcción del primer ferrocarril del Perú y de Sudamérica: Lima–Callao (1851).
  • Inicio del proyecto del ferrocarril Tacna–Arica.
  • Instalación de las primeras líneas telegráficas entre Lima y el Callao.
  • Mejoramiento de caminos, puentes y postas entre la sierra y la costa.
  • Modernización de los puertos de Callao, Arica y Paita, y reorganización de aduanas.
  • Introducción del alumbrado público y canalización de aguas en zonas urbanas.


Castilla: el gran referente


Todo lo esencial del Perú republicano comenzó con Castilla.


Nadie después lo ha podido emular ni superar.


Fue él quien unió al Perú: física, política y moralmente.


Hoy, mientras muchos peruanos buscan modelos en el extranjero —imitando a Bukele, Milei o Trump— resulta doloroso ver que ninguno de los más de 40 precandidatos presidenciales mencione siquiera a Castilla. Dudo que muchos de ellos sepan quién fue o lo que hizo por esta patria.


Por eso, es urgente recuperar su figura y su ejemplo. Que cada día, hasta el 28 de julio de 2026, los medios de comunicación dediquen cinco minutos de TV, una página de diario, o un segmento en redes sociales para difundir una obra suya. Solo una al día. Porque hay cientos. Y porque él sí supo cómo construir el Perú.


Fue atacado por la prensa, tuvo opositores feroces, y jamás se amilanó. No vociferaba. No insultaba. No culpaba a todos. No empuñaba una motosierra. Era sereno, decidido, íntegro.


Provinciano. Mestizo. Austero. Honesto. Como tú, como yo, como el pueblo.


Pero con un amor inmenso por esta tierra. Un amor que lo llevó a luchar hasta el último día de su vida por la grandeza del Perú.


Por eso, Ramón Castilla no es solo el mejor presidente del Perú.


Es nuestro gran referente histórico, moral y político.


Y debería ser también, hoy más que nunca, nuestro candidato simbólico para el 2026.


Porque el Perú aún necesita terminar de construirse.


Y nadie, nadie, ha dejado planos tan claros, cimientos tan firmes y ejemplo tan luminoso como Don Ramón.


¡Castilla Presidente!

 

 

 

 

Fuente: CanalB

Noticias relacionadas

Escribe un comentarios
Últimas publicaciones