Por Javier Díaz Orihuela, exsenador de la República
Publicado en Expreso
En el ámbito político, aquella máxima “los muertos que vos matáis gozan de buena salud” puede aplicarse a la organización acciopopulista, ya que exhibe una crónica de vida jalonada por mil avatares y, al mismo tiempo, en reactiva diligencia enfrenta a los desafíos con inmediatas respuestas generando sucesivos renacimientos de lozana dinámica. Así ha sucedido en 67 años de trayectoria como partido de Estado.
La razón es sencilla: parafraseando al pensador, pueden colapsar estructuras seniles, pero “las ideas no se matan, se renuevan, se contemporizan”. Y Acción Popular es un manantial de ideas, las mismas que emergen de cimientos firmes y fundamentos doctrinarios probadamente aleccionadores como los principios de peruanidad, democracia, libertad, justicia y solidaridad.
Sin embargo, la crisis actual del acciopopulismo data de 2015, ha sido la más prolongada y de mayor impacto mediático. Se inicia cuando el ROP del Jurado Nacional de Elecciones no reconoce el triunfo electoral de una facción del partido; continúa por ocho años en medio de una batalla interna espoleada por una infernal reglamentocracia oficial; y, termina el pasado 25 de julio en que el ROP-JNE reconoce inscribir al actual Comité Ejecutivo Nacional.
No obstante, hay que decir también que la crisis de los partidos tradicionales se inicia en 1990 con los discursos antipartidos del entonces presidente Alberto Fujimori. Se acentúa con el golpe de Estado de abril de 1992 y sigue la depresión política institucional al entrar en vigor sucesivas leyes que, aparentemente, tienen como meta fragmentar a los movimientos políticos, dividirlos, anular su accionar opositor; controlarlos desde el omnipotente ROP.
La conclusión es que después de 23 años de expedida la primera ley, los efectos son negativos para las organizaciones políticas, incluidas las de izquierda democrática. Así, el Partido Aprista Peruano y el Partido Popular Cristiano tienen serios problemas en su reestructuración, y Acción Popular vacilando su proceso reivindicatorio.
Por otra parte, la proliferación de organizaciones políticas es de un orden jamás registrado. Están inscritos en el JNE 24 partidos nacionales –mayoritariamente minipartidos– y cinco en trámite, 185 partidos regionales y, en proceso de inscripción, 521. El resultado de esta macro fragmentación es lo que vemos en el actual Congreso: doce bancadas y otras por nacer. De esa forma, cualquier país es ingobernable.
A diferencia de otros partidos tradicionales, AP presentó candidatos en los últimos procesos electorales. Y logró resultados exitosos. Lo notorio ha sido la performance de Alfredo Barnechea (2016) y Yonhy Lescano (2021), con quienes accedieron un significativo número de congresistas. El triunfo de Jorge Muñoz a la alcaldía de Lima fue sorprendente (2018): arrastró la elección de 17 alcaldes distritales. Así el partido fundado por Fernando Belaunde demostraba arraigada vigencia ciudadana.
En línea con este escenario de crecimiento político, se espera que las nuevas autoridades acciopopulistas su mandato esté de acuerdo al reglamento interno. Y como tarea prioritaria: cortar de raíz la de “Los Niños” como sus secuelas. En paralelo, todo lo que se tenga que hacer para rescatar: identidad, imagen y expertise.
Fuente: CanalB
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